lunes, 15 de febrero de 2016

Ave Castle: la novena temporada renace de sus cenizas

(ATENCIÓN: este artículo contiene Spoilers)


La última temporada de Castle estaba siendo una basura. Y lo digo yo, que llevo siguiendo lealmente esa serie desde el piloto. Fue entonces cuando llegó el tradicional parón navideño y, con él, el temor a una posible cancelación por parte de la ABC (propiedad de Disney, por cierto) debido a sus cada vez peores índices de audiencia desde el inicio de la temporada; y entonces, tras un parón más largo de lo habitual, se estrenó el nuevo capítulo y… ¡Chas! Todo solucionado. Así, sin más, en apenas 40 minutos. ¿Comprensible? Os pondré en situación:

Kate Beckett, tras recibir una llamada urgente de un antiguo compañero de trabajo del FBI y ser salvada in extremis por la novia (y también espía) del padre de Castle, se obsesiona de tal forma con la idea de atrapar al asesino y hacer justicia que decide alejarse temporalmente de su marido para evitar que éste se convierta en una posible víctima. Sin embargo, lo único que consigue es que Castle crea que está dudando de sus sentimientos hacia él y decida reconquistarla sin que nada parezca ser suficiente para atraerla de nuevo a su lado. Esta situación, tan impropia del espíritu de esta historia, no solo no cuajaba entre los personajes, cuyo tira y afloja no hacía más que minarlos; sino que tampoco era del agrado de prácticamente nadie que siguiera la serie, pues era como ver una muerte lenta y agónica después de toda una vida en lo más alto.

Ahora imaginémonos que somos la ABC y que nos encontramos con este cuadro: una serie de éxito, que ha traído tantos beneficios a la cadena durante 8 temporadas y que ha sido capaz de fidelizar a una audiencia que no dejaba de crecer a lo largo de más de 151 capítulos, se ve ahora hundida por una triste y mísera temporada cuyo guión no ha sido capaz de estar a la altura. Cancelar podría ser una opción rápida, pero cobarde, especialmente en un producto con tal impacto; sin embargo, castigar a la serie por culpa de las malas decisiones de unos guionistas supera lo injusto, tanto para el producto en sí como para sus seguidores. Entonces, ¿qué hacer?

El nuevo capítulo parece dar respuesta a ese dilema, pues a la primera oportunidad han enmendado la larga concatenación de errores y, echando mano del eterno humor de Richard Castle y de una cabezona Kate Beckett que se inclina ante la evidencia, han reorientado la trama para recuperar el terreno perdido rápidamente y volver a unir lo que nunca se debió separar.

Sin embargo, me parece bastante llamativo que, después de liarla tanto durante media temporada, lo hayan solucionado en tan poco tiempo, pero aún me parece más extraño que esta solución venga de golpe justo en el primer capítulo tras el parón navideño. Así pues, como no soy una persona que crea en la casualidad (y menos aun cuando hay dinero de por medio), me atrevo a decir que la ABC ha aprovechado el “descanso”, alargándolo todo lo posible, para regrabar los nuevos capítulos.

Pensadlo: una productora y una distribuidora bombardeadas por las quejas, las críticas y la decepción de un público cada vez más desmotivado, que amenaza con abandonar el castillo y largarse a otros parajes; y todo porque a alguien se le ocurrió hacer lo de siempre: meter cizaña donde nadie la necesita. ¿Qué sería mejor: terminar la temporada siguiendo el mismo guión y arriesgarse a que sea la última, o más bien detenerse, considerar la opinión del público y reaccionar coherentemente para ahorrarse una cancelación precoz y vergonzosa? Para mí está claro.

Sin embargo, he de decir algo en favor de los guionistas de esta temporada, y es que intuyo que intentan seguir la lógica de un capítulo en concreto (el 05 de la sexta temporada) en vista a una posible conclusión final de la serie dentro de no demasiado tiempo.

En este capítulo, una mujer es torturada hasta la muerte para sacarle información y el principal sospechoso del crimen afirma ser un viajero del tiempo cuya misión era salvar la vida de la víctima y atrapar al verdadero asesino, un neonazi del futuro cuya organización secreta pretendía dar un golpe de estado. Por supuesto, Beckett no le cree, pero tal y como se desarrollan los acontecimientos a lo largo del capítulo y muy especialmente en atención a su final, queda claro que ese perturbado decía la verdad… Incluso para sorpresa de Castle.

Pues bien, en una escena del episodio, este viajero del tiempo habla del futuro de los dos protagonistas, dando algunos datos sueltos sobre ellos (como que tendrían tres hijos o que Beckett se convertiría en senadora) y en un momento dado llega a decir que era asombroso que terminasen formando una familia asentada, ya que Beckett… Pero entonces se calla para no “modificar el futuro”.

Pues juntando este capítulo con el inicio de la temporada, me da la impresión de que intentan mostrar a qué se refería el viajero del tiempo cuando hablaba de que Beckett haría algo fuera de lo habitual de cara a formar una familia normal. Si esta ha sido/es su intención, no puedo sino aplaudir con las orejas, pues me parece un recurso magnífico. Que por ejemplo la gente a la que investiga Beckett esté directamente relacionada con los mencionados neonazis o que gracias a su labor este grupo sea detenido a tiempo y el ofrecimiento de ser senadora (algo que ya apareció en el último capítulo de la temporada 8, lo que refrenda mis sospechas) se convierta en algo definitivo, son como piedras arrojadas a la superficie de un lago tranquilo: incapaces de dejar indiferente a nadie, y para bien.

Quizá parezca una tontería, pero ya sabemos cómo funcionan estas cosas… En cualquier caso, y nunca mejor dicho: ya se verá.  



sábado, 7 de junio de 2014

The boondock saints: cuando la justicia no hace su trabajo.



No suelo hacer caso de las recomendaciones, no al menos cuando de cine se trata, pero con esta película hice una excepción y lo cierto es que es una de las pocas veces en las que me alegro de ello.

Connor y Murphy McManus son dos hermanos irlandeses que viven en Estados Unidos. Tras un incidente contra unos mafiosos de un barrio de Boston, ambos reciben una suerte de revelación que les indica que deben acabar con todos los criminales de la ciudad y hacer valer la justicia perdida. Por su parte, la policía y el FBI los persiguen, siguiendo la dificil paradoja de tener que detener a quienes están haciendo lo que ellos siempre han deseado que ocurriera.

A priori, el argumento de este largometraje puede resultar demasiado conocido o típico del cine negro tradicional, sin embargo, el carácter que su guionista y director, Troy Duffy, ha impreso en la pantalla supera con creces las expectativas de un público exigente. El guión es bastante ágil (algo dificil de encontrar últimamente), capaz de equilibrar el humor y la sordidez, de un modo bastante loable, y en el que no se escatiman figuras alegóricas y prefiguraciones visuales que ayudan a mantener el interés en el desarrollo argumental. En este caso, uno de lós mayores aciertos del filme ha sido el de basarse en un libreto escrito pensando directamente en la pantalla, con un fondo que nunca llega a perderse en divagaciones. Se apoya en la psicología del contexto en que se mueve, resaltando la fuerza de los protagonistas a través de los miserables barrios en los que actúan e interpelando directamente al espectador con cada escena. Pero sin duda alguna, el mejor punto de apoyo que salva al guión, por otro lado, bastante descriptivo, es la fantástica banda sonora que lo enmarca.

Willem Dafoe en un papel que lo encumbra.
Jeff Danna, autor de la misma, consigue crear un clima vivo que motiva al espectador a quedarse ante la pantalla y, lo que es más importante, a prestar atención a lo que ve. Desde el principio, con la estupenda Blood of Cu Chulainn, que describe el espíritu de los dos hermanos protagonistas de una forma fantástica, hasta las mezclas de tecno o metal que introducen los pasajes más oscuros del film. Y todo ello, sin perder un instante el espíritu original de la trama. Una música acorde y extravagante que termina de perfilar la película.

Los personajes están bastante bien retratados, descatando a un Willem Dafoe que se sale en un complicado papel de agente del FBI excéntrico pero brillante. Por su parte, Sean Patrick Flanery en su papel de Connor McManus es quizá el más complejo de digerir, da la impresión de que no termina de creerse su papel y eso le lleva a forzar demasiado a su personaje, ya de por sí bastante pasional; sin embargo, es un buen contraste como antiheroe principal y su puesta en escena llega a ser atractiva. Murphy McManus, interpretado por Norman Reedus, es un personaje con una carga emocional muy fuerte que necesitaba una interpretación más profunda, sin embargo, nos encontramos con un Murphy que no pasa de la apariencia, que no termina de abrirse al espectador, y eso puede perjudicar la importancia de su desarrollo argumental; no obstante, es muy interesante ver como gracias a la contraposición de su hermano Connor, todos estos pequeños defectos se diluyen. Me pregunto si no podría hablarse de éstos dos hermanos como un único personaje con personalidad propia… Mención especial se merece David Della Rocco en su espléndida interpretación mordaz y ácida; es sin duda uno de los mejores puntos del reparto de este largometraje y, posiblemente, uno de los personajes más inesperados e indispensables de todo el film.

En definitiva, una historia contada de principio a fin que merece la pena ser vista una segunda vez. Cine que interpela y confronta al espectador ante lo que se le presenta. A quien le guste la acidez del cine negro tradicional, no le defraudará lo más mínimo y entenderá por qué se ha convertido en una película de culto. Muy recomendada.



La historia de un tigre naúfrago.



La historia de una vida en la inquietante búsqueda de un Dios Vivo, de este modo podría describirse La vida de Pi, la última película del cineasta de orígen taiwanés Ang Lee, resultado de la adaptación de la novela homónima escrita por el canadiense Yann Martel.



Esta historia nos presenta las peripecias del joven hindú Piscine "Pi" Molitor Patel, hijo del guarda del zoo de Pondicherry (India), tras naufragar en medio del océano Pacífico y lograr sobrevivir en un bote junto a la única compañía de Richard Parker, un tigre de bengala.

Se trata de un argumento lleno de sonoridad y atractivo propios del arte visual naïf que, sin embargo, recuerda a anteriores relatos similares, como es el caso de la novela Max y los gatos, del brasileño Moacyr Scliar, donde el tigre es sustituído por un jaguar. Sin embargo, La Vida de Pi en su versión cinematográfica es capaz de otorgar personalidad propia a esta historia, cargándola de un onirismo que la hace única en aspectos tales como la sencillez de la presentación de sus personajes, tanto humanos como animales, o el juego de luces que se encarga de dotar de alma al propio Océano y sus secretos.

Suraj Sharma como Pi.
Estamos ante un guión fuerte, sin sobresaltos, resultado de una adaptación correcta que hace creíbles a los personajes que se van sucediendo y que mantiene con bastante soltura una constante tensión e interés en una trama bien hilada y sorpresiva, muy apoyada en la imágen y en los efectos especiales que dotan a la obra de una calidad visual excepcional, junto a una banda sonora que bien merece el Oscar recibido. Sin embargo, en ocasiones la Escena llega a resultar demasiado lineal, con un comportamiento predecible por parte de sus protagonistas; a lo que hay que añadir el abuso del elemento acuático como medio para representar las emociones que van surgiendo en el joven Piscine, lo que tampoco ayuda a aligerar una trama que ya de por sí se hace bastante extensa.

En cualquier caso, tal vez lo más llamativo de esta película sea esa dimensión espiritual que rodea el hilo conductor (y que en un próximo artículo analizaré a fondo) y que se manifiesta por medio de la psicología torturada del personaje central. Esa forma de mostrar una realidad cruel y traumática de forma amable, incluso amistosa, crea un aura de valor que dota de estima al film y lleva a los espectadores más intuitivos a encontrar imágenes sugerentes capaces de desvelar el sorprendente desenlace.

Richard Parker rodeado de peces voladores.
Personajes excepcionalmente retratados, a destacar el trabajo del primerizo Suraj Sharma en su papel de joven protagonista, cuya puesta en escena no decepciona y en cuyos hombros recae, acertadamente, la credibilidad de toda la historia; algo que, sumado a la brillante interpretación del reconocido Irrfhan Khan en su papel de protagonista adulto, permite completar perfectamente el círculo. Por su parte, los actores hindúes Adil Hussain y Tabassum "Tabu" Hashmi, encargados de dar vida a los padres del protagonista, no decepcionan a la hora de jugar con la psicología de personajes no del todo perfilados, dándoles una última puntada que consigue que el espectador se iguale a ellos y, en escasas escenas, llegue a observar el mundo de la pantalla desde su propio lado. Mención aparte merece la aparición estelar de un Gerard Depardieu irreconocible en un papel un tanto dudoso que, sin embargo, se calza sin ninguna dificultad y logra así que el espectador olvide que se encuentra ante un intérprete sobradamente conocido.

En definitiva, una película inspiradora que invita a mirar más allá de la pantalla y a cabalgar sobre una historia más compleja y profunda de lo que aparenta ser. Verla una segunda vez se hace necesario, no porque su comprensión resulte difícil, sino porque la mirada del espectador, tras el inesperado desenlace, lo exige. La recomiendo.


miércoles, 4 de junio de 2014

¡Larga vida y prosperidad!



A muchos les puede dar vergüenza solo con mencionarlo y a otros desde luego lo que voy a decir les parecerá de lo más friki que puede haber, pero las cosas son como son y hay que reconocerlo: la historia de Star Trek es buenísima.

Los viajes de la mítica USS Enterprise, la única capaz de ganarse la fidelidad del mujeriego capitán James Kirk, junto a su mejor amigo, el comandante Spock, un extraterrestre capaz de dar pleno sentido a la expresión «fría lógica», encabezando una eterna misión de exploración de los territorios (planetas) de la Federación Estelar, siempre bajo la tensa amenaza de los bárbaros imperios limítrofes es, cuanto menos, llamativa. Y es que nos encontramos ante una de las tripulaciones con mayor carisma del cine de ciencia ficción, desde la teniente Uhura, eterna traductora del puente de mando, hasta el irónico doctor McCoy, con una personalidad aplastante tan solo comparable al humor del viejo Coronel O'Neill. Argumentos bien hilados, cerrados sobre sí mismos, con una visión de la realidad más ficticia que científica y tan criticada como imitada por posteriores obras del género pero que, sin embargo, ha logrado enganchar a espectadores por generaciones. Y digo bien, porque gracias al trabajo de J.J. Abrams, creador de la exitosa serie Perdidos (Lost), nos llega una nueva entrega de los viajes de la Enterprise con la forma de una precuela no del todo usual.

La película nos encuadra en una época en la que el universo aún no ha sido pacificado por completo y los mundos libres de la Federación sufren la amenaza de los imperios exteriores. El día del nacimiento de James T. Kirk se produce uno de esos ataques, aunque esta vez la nave invasora, capitaneada por una criatura extraterrestre de nombre Nero, no carga contra ningún planeta, sino contra la propia nave que lleva al bebé y a su familia a bordo. Al parecer, este ser busca vengarse de un oficial de la flota estelar llamado Spock, al que acusa de estar huyendo de él en una nave de la federación. El problema es que Spock aún es solo un niño que nunca ha abandonado su planeta.

Star Trek: un nuevo comienzo posee un guión atractivo, bien hecho, especialmente dedicado a dotar de una madurez creíble a los personajes y enfocando la historia desde una óptica actual pero sin perder la magia que caracterizaba a la versión original de Gene Roddenberry. Se profundiza especialmente en la personalidad de un Spock más humano que da respuesta a muchas de las incógnitas en torno a este protagonista y su vida, algo que es de agradecer. Las mayores sorpresas de la trama recaen en las intervenciones fortuitas de antiguos personajes y su grado de adaptación a las situaciones que se les plantean, logrando brillar en un marco de escenas que parecen haber sido creadas ex profeso para su recreación personal (y de los propios fans de la saga, con sus inteligentes guiños a la historia original). Sin embargo, en ocasiones el argumento se hace demasiado predecible en un sentido lineal, y eso puede hacer perder cierta fuerza al film, del mismo modo que algunas escenas, llevadas muy a la fuerza, parecen encajarse con cuñas en el hilo argumental cuando, en realidad, sobran.

Una de las mayores críticas, casi burlas, que ha sufrido esta historia ha sido la de unos efectos especiales bastante pobres e incluso ridículos; pues bien, en este caso cualquier parecido con el pasado es pura coincidencia: efectos especiales espectaculares y una calidad visual abrumadora, tanto en sus elementos técnicos como en sus decorados, que hacen las delicias de cualquier amante exigente de la ciencia ficción. Esto, unido a una gran banda sonora a cargo de Michael Giacchino capaz de dotar de personalidad y vida al propio espíritu de la película, siempre con un agradecido toque ochentero y un merecido homenaje a la banda sonora original de Alexander Courage, da como resultado una obra completa que sorprenderá a viejos seguidores y nuevos espectadores.

El (futuro) capitán James T. Kirk, interpretado por Chris Pine, es tal vez el personaje que más deja que desear. No parece haber sido pulido por completo, puede que partiendo del supuesto de que el tirón del Kirk de William Shatner terminaría por levantarlo sin esfuerzo, pero no ha sido así, y el abrumador peso que se le ha dado en la gran parte de escenas no hace sino confirmarlo. Zachary Quinto por su parte lo borda en un papel de joven Spock que parece hecho a su medida, con una interpretación profunda y sencilla que da sentido a todo el complejo entramado emocional que este extraterrestre se esfuerza en ocultar. Zoë Saldana por su parte está correcta en su papel de Nyota Uhura, aunque su credibilidad a veces se ve comprometida por algunas escenas innecesarias, así como Karl Urban (Éomer en El Señor de los Anillos) interpretando al doctor McCoy con un estilo que recuerda muy acertadamente a los trabajos del difunto DeForest Kelley sin perder su propio toque personal. Por su parte, la aparición de Eric Bana caracterizado como el vengativo Nero es sorprendente y está bastante bien llevada, un "malo" creíble que, sin embargo, contiene su potencial a fin de no ensombrecer a un omnipresente Kirk. Y me reservo una mención para que aquellos que se animen a verla se sorprendan tanto como lo hice yo. 

Una película digna de ser vista en pantalla grande, fuerte entre las de su género y de calidad, que da la vuelta a todo lo que hemo visto hasta ahora y nos prepara para una nueva saga de Star Trek que bien merecerá la pena ser vista. Os garantizo una tarde de cine



Alicia Kingsley "Burton": Al otro lado de la madriguera.



El cine de Tim Burton siempre me ha fascinado. Su estilo fuerte, insólito, siempre de la mano del claroscuro, las imágenes oníricas, los ecos macabros de sus guiones fantásticos, con su innata capacidad de fundir las fronteras de la realidad y lo extraño con total naturalidad… Pero esta vez no ha sido así.


Johnny Depp como el estrambótico sombrerero.
La propuesta de esta película pasa por mostrarnos a una Alicia en edad casadera incapaz de decidir qué hacer con su vida. A diferencia de lo que podría esperarse, esta vez es el conejo blanco el que va en busca de la muchacha y la lleva hasta el País de las Maravillas, cuyos habitantes han depositado su esperanza en ella para que se enfrente a la ilegítima Reina Roja y libere a las criaturas de su reinado de terror. Algo que, a priori, parecía una idea bastante arriesgada por sus ecos convencionales, a pesar de que la garantía de la mano de Burton generase un sano clima de expectación; sin embargo, da la impresión de que esta historia se le ha ido casi por completo de las manos. La propuesta del guión es admisible como resumen de algunos de los más memorables momentos de la obra narrativa de Lewis Carroll, pero deja el gusto insípido en cuanto a la calidad de su contenido, resultando en un maremágnum de información deformada procedente de las dos novelas que tienen a Alicia como protagonista —El País de las Maravillas y A través del Espejo— que, finalmente, deja dudas de si podríamos hablar de este film como una auténtica adaptación.

Es cierto que el hipnotismo de las tomas y las escenas desde diferentes puntos de vista ayudan a formar parte de un País de las Maravillas oscuro y tétrico, que inspira misterio por los cuatro costados y llega a producir esperanzadores escalofríos gracias a la inestimable ayuda del compositor Danny Elfman y su fantástica banda sonora; sin embargo, el problema radica en la simpleza del guión, demasiado superficial y más preocupado en hacer encajar las referencias que lo relacionan con las novelas de Carroll que en su propio sostenimiento a nivel cinematográfico. Da la impresión de que el guión sea una excusa para mostrar los maravillosos diseños que se suceden en la película, cuyo inicio auguraba algo brillante, pero que se desinfla a medida que la historia avanza. Y es en mi opinión una auténtica lástima, ya que como lectora de las obras de Lewis Carroll, he de decir que su universo fantástico y delirante encaja perfectamente con el ambiente enfermizo y obsesivo de los trabajos de Burton.

Los personajes están brillantemente retratados, con la excepción de la Lirona que acompaña al Sombrerero y a la Liebre de Marzo, cuya personalidad resulta cargante y muy típica.

El gato de Cheshire.
Mia Wasikowska, en el papel de Alicia, deja prácticamente indiferente al espectador. Sus expresiones lineales y sus gestos forzados no llegan a transmitir la fuerza de la heroína de la historia, cuya puesta en escena es inmediatamente devorada por el potencial de Helena Bonham Carter, Johnny Depp y, en menor medida, Anne Hathaway. El Sombrerero, encarnado por Depp, es correcto y se muestra como el punto de apoyo más firme sobre el que se sustenta el desarrollo de la historia, sin embargo su carácter resulta en ocasiones exageradamente chiflado, y se echan en falta unos toques de macabra sensatez que le hubiesen dado aún más fuerza y credibilidad. Bonham Carter borda su papel como mala de la película dando vida a la Reina Roja y, finalmente, la interpretación de Anne Hathaway como Reina Blanca resulta sorpresiva, tal vez un tanto aparatosa, pero interesante en lo referente a la psicología de su personaje.

En definitiva, un Lewis ligero y muy mezclado que entretiene pero no cala y que, para los amantes de la obra de Carroll y el trabajo de Burton, puede resultar decepcionante. ¿Mi recomendación? Leer la obra original antes de ver esta película, para después disfrutar de una tarde de cine ameno y sin demasiadas exigencias.