sábado, 7 de junio de 2014

La historia de un tigre naúfrago.



La historia de una vida en la inquietante búsqueda de un Dios Vivo, de este modo podría describirse La vida de Pi, la última película del cineasta de orígen taiwanés Ang Lee, resultado de la adaptación de la novela homónima escrita por el canadiense Yann Martel.



Esta historia nos presenta las peripecias del joven hindú Piscine "Pi" Molitor Patel, hijo del guarda del zoo de Pondicherry (India), tras naufragar en medio del océano Pacífico y lograr sobrevivir en un bote junto a la única compañía de Richard Parker, un tigre de bengala.

Se trata de un argumento lleno de sonoridad y atractivo propios del arte visual naïf que, sin embargo, recuerda a anteriores relatos similares, como es el caso de la novela Max y los gatos, del brasileño Moacyr Scliar, donde el tigre es sustituído por un jaguar. Sin embargo, La Vida de Pi en su versión cinematográfica es capaz de otorgar personalidad propia a esta historia, cargándola de un onirismo que la hace única en aspectos tales como la sencillez de la presentación de sus personajes, tanto humanos como animales, o el juego de luces que se encarga de dotar de alma al propio Océano y sus secretos.

Suraj Sharma como Pi.
Estamos ante un guión fuerte, sin sobresaltos, resultado de una adaptación correcta que hace creíbles a los personajes que se van sucediendo y que mantiene con bastante soltura una constante tensión e interés en una trama bien hilada y sorpresiva, muy apoyada en la imágen y en los efectos especiales que dotan a la obra de una calidad visual excepcional, junto a una banda sonora que bien merece el Oscar recibido. Sin embargo, en ocasiones la Escena llega a resultar demasiado lineal, con un comportamiento predecible por parte de sus protagonistas; a lo que hay que añadir el abuso del elemento acuático como medio para representar las emociones que van surgiendo en el joven Piscine, lo que tampoco ayuda a aligerar una trama que ya de por sí se hace bastante extensa.

En cualquier caso, tal vez lo más llamativo de esta película sea esa dimensión espiritual que rodea el hilo conductor (y que en un próximo artículo analizaré a fondo) y que se manifiesta por medio de la psicología torturada del personaje central. Esa forma de mostrar una realidad cruel y traumática de forma amable, incluso amistosa, crea un aura de valor que dota de estima al film y lleva a los espectadores más intuitivos a encontrar imágenes sugerentes capaces de desvelar el sorprendente desenlace.

Richard Parker rodeado de peces voladores.
Personajes excepcionalmente retratados, a destacar el trabajo del primerizo Suraj Sharma en su papel de joven protagonista, cuya puesta en escena no decepciona y en cuyos hombros recae, acertadamente, la credibilidad de toda la historia; algo que, sumado a la brillante interpretación del reconocido Irrfhan Khan en su papel de protagonista adulto, permite completar perfectamente el círculo. Por su parte, los actores hindúes Adil Hussain y Tabassum "Tabu" Hashmi, encargados de dar vida a los padres del protagonista, no decepcionan a la hora de jugar con la psicología de personajes no del todo perfilados, dándoles una última puntada que consigue que el espectador se iguale a ellos y, en escasas escenas, llegue a observar el mundo de la pantalla desde su propio lado. Mención aparte merece la aparición estelar de un Gerard Depardieu irreconocible en un papel un tanto dudoso que, sin embargo, se calza sin ninguna dificultad y logra así que el espectador olvide que se encuentra ante un intérprete sobradamente conocido.

En definitiva, una película inspiradora que invita a mirar más allá de la pantalla y a cabalgar sobre una historia más compleja y profunda de lo que aparenta ser. Verla una segunda vez se hace necesario, no porque su comprensión resulte difícil, sino porque la mirada del espectador, tras el inesperado desenlace, lo exige. La recomiendo.


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