sábado, 7 de junio de 2014

The boondock saints: cuando la justicia no hace su trabajo.



No suelo hacer caso de las recomendaciones, no al menos cuando de cine se trata, pero con esta película hice una excepción y lo cierto es que es una de las pocas veces en las que me alegro de ello.

Connor y Murphy McManus son dos hermanos irlandeses que viven en Estados Unidos. Tras un incidente contra unos mafiosos de un barrio de Boston, ambos reciben una suerte de revelación que les indica que deben acabar con todos los criminales de la ciudad y hacer valer la justicia perdida. Por su parte, la policía y el FBI los persiguen, siguiendo la dificil paradoja de tener que detener a quienes están haciendo lo que ellos siempre han deseado que ocurriera.

A priori, el argumento de este largometraje puede resultar demasiado conocido o típico del cine negro tradicional, sin embargo, el carácter que su guionista y director, Troy Duffy, ha impreso en la pantalla supera con creces las expectativas de un público exigente. El guión es bastante ágil (algo dificil de encontrar últimamente), capaz de equilibrar el humor y la sordidez, de un modo bastante loable, y en el que no se escatiman figuras alegóricas y prefiguraciones visuales que ayudan a mantener el interés en el desarrollo argumental. En este caso, uno de lós mayores aciertos del filme ha sido el de basarse en un libreto escrito pensando directamente en la pantalla, con un fondo que nunca llega a perderse en divagaciones. Se apoya en la psicología del contexto en que se mueve, resaltando la fuerza de los protagonistas a través de los miserables barrios en los que actúan e interpelando directamente al espectador con cada escena. Pero sin duda alguna, el mejor punto de apoyo que salva al guión, por otro lado, bastante descriptivo, es la fantástica banda sonora que lo enmarca.

Willem Dafoe en un papel que lo encumbra.
Jeff Danna, autor de la misma, consigue crear un clima vivo que motiva al espectador a quedarse ante la pantalla y, lo que es más importante, a prestar atención a lo que ve. Desde el principio, con la estupenda Blood of Cu Chulainn, que describe el espíritu de los dos hermanos protagonistas de una forma fantástica, hasta las mezclas de tecno o metal que introducen los pasajes más oscuros del film. Y todo ello, sin perder un instante el espíritu original de la trama. Una música acorde y extravagante que termina de perfilar la película.

Los personajes están bastante bien retratados, descatando a un Willem Dafoe que se sale en un complicado papel de agente del FBI excéntrico pero brillante. Por su parte, Sean Patrick Flanery en su papel de Connor McManus es quizá el más complejo de digerir, da la impresión de que no termina de creerse su papel y eso le lleva a forzar demasiado a su personaje, ya de por sí bastante pasional; sin embargo, es un buen contraste como antiheroe principal y su puesta en escena llega a ser atractiva. Murphy McManus, interpretado por Norman Reedus, es un personaje con una carga emocional muy fuerte que necesitaba una interpretación más profunda, sin embargo, nos encontramos con un Murphy que no pasa de la apariencia, que no termina de abrirse al espectador, y eso puede perjudicar la importancia de su desarrollo argumental; no obstante, es muy interesante ver como gracias a la contraposición de su hermano Connor, todos estos pequeños defectos se diluyen. Me pregunto si no podría hablarse de éstos dos hermanos como un único personaje con personalidad propia… Mención especial se merece David Della Rocco en su espléndida interpretación mordaz y ácida; es sin duda uno de los mejores puntos del reparto de este largometraje y, posiblemente, uno de los personajes más inesperados e indispensables de todo el film.

En definitiva, una historia contada de principio a fin que merece la pena ser vista una segunda vez. Cine que interpela y confronta al espectador ante lo que se le presenta. A quien le guste la acidez del cine negro tradicional, no le defraudará lo más mínimo y entenderá por qué se ha convertido en una película de culto. Muy recomendada.



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